Desde 1880, la compañía vasca ha confeccionado y diseñado mantelería y ropa de cama que ha vestido las viviendas de familias tan ilustres como la Casa de Alba.
Hacia la mitad del siglo XIX, los padres de Manuel Mendoza cruzaban la frontera que separa Fermoselle, un pequeño pueblo de Zamora, con Portugal para comprar mantillas holandesas que después vendían entre sus vecinos castellanos. Así comienza a hilvanarse la historia de Los Encajeros, una compañía que ha decorado algunas de las alcobas más lujosas de Europa y América. Pero el origen de esta pyme, dedicada al diseño y la confección de mantelería y ropa de cama, se encuentra un poco más al norte.
En 1880, nada más cumplir 16 años, Manuel Mendoza decide trasladarse a Bilbao en busca de la prosperidad de la que disfrutaba la industria vasca al calor de las minas de hierro. “Mi abuelo marcó las líneas maestras de nuestra empresa: contar siempre con un producto de máxima calidad. Por eso se trasladó hasta Bilbao, donde encontraba clientes de la burguesía, con un poder adquisitivo elevado”, explica José Manuel Mendoza, representante de la tercera generación familiar del negocio.
En la capital de la provincia vasca, Mendoza subió la persiana del primer local de Los Encajeros, en el que vendía telas y bordados que traía de importadores europeos, especialmente de Bélgica y Suiza. “En 1902 la prensa ya recogía el olfato empresarial de mi abuelo. El Eco de Madrid nos hizo un reportaje al tener uno de los almacenes más grandes de España”, explica el nieto del fundador de la compañía, cuyo padre, José Mendoza, continuó con la expansión del negocio. En 1930 abrió la segunda tienda de la familia en Bilbao y fue quien empezó a contratar artesanos y talleres a los que encargaba piezas exclusivas para sus clientes.
En 1958, el relevo generacional siguió su curso y José Manuel Mendoza, con 19 años, se puso al frente de una de las tiendas de la firma. Pero José Manuel no estaba hecho para vivir detrás del mostrador, por lo que comenzó a viajar por toda España de la mano de Leandro Alfonso Luis Ruiz Moragas, el hijo bastardo de Alfonso XIII. “Tenía muy buena relación con la Iglesia, así que visitábamos conventos en los que vendíamos sábanas de hospital, el ajuar de las novias, e incluso el hábito de las monjas”, explica.
En estos viajes es cuando Mendoza se da cuenta de que sus telas tienen muy buena acogida lejos de Bilbao y comienza a exponer sus colecciones en otras ciudades.
“En 1983 estuvimos en Sevilla. Allí, entramos en contacto con la Duquesa de Alba, que nos encargó algunas telas”, explica. Pero ese mismo año, las inundaciones de Bilbao afectaron gravemente a algunas de sus tiendas. “Por suerte el almacén pudo salvarse al estar en Las Arenas, uno de los barrios más altos de la ciudad”, señala el responsable de un negocio que, lejos de desanimarse, apostó por la internacionalización. Tres años más tarde del accidente, Los Encajeros expuso en París, dando inicio a un recorrido que le llevó por distintas capitales europeas, México y EEUU.
Hoy, las hijas de José Manuel Mendoza lideran un negocio que en 2016 abrió su primera sede en Madrid y que ha conquistado al público de Nueva York, como al magnate de las finanzas Leon Black.